La redefinición del poder global tras nuevos alineamientos geopolíticos

Los últimos movimientos en la escena internacional muestran un reacomodamiento más sutil que ruidoso del poder. La combinación de competencia tecnológica, reordenamiento del comercio y diplomacia económica va reemplazando el esquema de bloques rígidos por alianzas flexibles según sector y objetivo. Gobiernos y empresas trazan estrategias duales: preservan vínculos tradicionales donde hay interdependencia crítica, pero exploran cooperaciones selectivas para ganar acceso a mercados, estándares y capital. En ese marco, se multiplican acuerdos de datos, energía, minerales críticos y defensa, mientras los bancos de desarrollo y los fondos soberanos vuelven a jugar un rol catalizador.

El pragmatismo domina. La capacidad de innovar y de escalar industria avanzada —chips, software, biotecnología y manufactura inteligente— pesa tanto como cualquier afinidad ideológica. Nearshoring y friendshoring se combinan con exigencias de ciberseguridad, trazabilidad y sostenibilidad. Europa instala la noción de “seguridad económica” como política de Estado; Asia-Pacífico entrelaza competencia y cooperación financiera; y América se inclina por cadenas regionales con reglas de origen exigentes. En paralelo, crece la diplomacia de las infraestructuras y de la conectividad digital, con estándares y certificaciones como nuevas llaves de acceso.

Para América Latina y África, la ventana de oportunidad pasa por convertir ventajas naturales en capacidades industriales ligadas a la transición energética y a la economía del conocimiento. Reglas claras, estabilidad macro y marcos regulatorios previsibles resultan diferenciales para atraer inversión. El mundo que emerge no es menos interdependiente, pero sí menos lineal: múltiples polos, alianzas variables y decisiones cada vez más condicionadas por la resiliencia ante shocks. La gobernanza de esta etapa se jugará en foros técnicos, normas y consorcios donde se defina quién fija, y quién sigue, las reglas del juego.